martes, 20 de octubre de 2009

Divina Sonia


Foto: Alfredo Menéndez
Ficha:
Misa Flamenca en la Catedral de Oviedo. Cante: Sonia Miranda. Guitarra: José María Molero. Flauta travesera: Eduardo Costa. Violonchelo: Sebastián Fuenzalida. Sábado 20 de septiembre, 20 horas. Celebrante: José Franco.


El cantaor gaditano Enrique el Mellizo (1848-1906) creó unas malagueñas intuyendo como nadie la afinidad de la música sacra con el cante jondo. Inventó las malagueñas del mellizo, cante que, por cierto, domina a la perfección nuestro cantaor ovetense Falo Jiménez ‘El Falo’. Años después, en 1965, el Concilio Vaticano II reconocía la “necesidad de adaptar la liturgia y la música y el arte sagrados a los diversos pueblos”. Se pusieron a partir de entonces las bases de lo que hoy se llama Misa Flamenca, como la que interpretó la cantaora sevillana (aunque afincada en Almería) Sonia Miranda. Nada que envidiar a las misas de Paco Peña o del propio Enrique Morente. Sonia Miranda compartió este fin de semana con los ovetenses y asturianos su pasión por el flamenco y nos mostró sus grandes dotes para el cante y su largueza en el dominio de todos los palos, hasta de los más desconocidos, como la bambera, la farruca (cante de origen asturiano) o las alegrías de Córdoba. Y es que Sonia Miranda alcanzó en esta última década su madurez profesional porque, como ella misma reconoce recogió lo mejor de sus maestros. De José el de la Tomasa, la libertad. De Naranjito de Triana, la disciplina. Y con tales pertrechos se presentó en Oviedo. En la catedral, la disciplina y el esfuerzo de adaptar una música y una expresión desgarradora y que no conoce de normas a la rigidez de una liturgia y a unas formas rituales. En la posterior velada nocturna de la peña Enrique Morente, su libertad, su capacidad de adaptar a su personalísimo estilo todo tipo de músicas (aquí ya compartiendo protagonismo con la magistral guitarra de Molero).

En la catedral de Oviedo alzó su voz potente y dulce por entre las altas bóvedas y arbotantes góticos con una acústica impecable y solemne. Entró por fandagos de Huelva dedicados a la Santina y a san Mateo en una adaptación de la propia artista. El Aleluya se expresó con alegrías de Córdoba. El Santo se presentó con bamberas por soleá y llegamos al momento más jondo con un Cordero de Dios por seguiriyas, con una interpretación y un quejío desgarrador, en un ejercicio de misticismo musical que dejó ver sin tapujos toda la carga de espiritualidad del cante flamenco, al modo del “sonido encarnado” de la música india que sirve de esperanza de los pobres y de los que sufren sed de justicia. Así lo detectó también José Franco, que ofició la misa y que comparó el flamenco con el dolor, la angustia y la esperanza. Hizo luego la cantaora un guiño al gran público para interpretar una adaptación muy flamenca y muy trabajada del Ave María de Schubert, para acabar la misa con unas rumbas con referencias a Oviedo y a sus fiestas (“De Sevilla hasta Oviedo he llegado para cantar”). El final fue un rotundo y merecido aplauso de todo el público, en pie, y las alabanzas a los artistas del propio celebrante, que no escondió su sintonía con el flamenco. Merecido broche de oro para las bodas de plata de la peña Enrique Morente, organizadora de esta misa de la que quedará recuerdo imborrable tanto para fieles como para aficionados al cante que gozaron del privilegio de escuchar a la divina Sonia Miranda.

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