martes, 20 de octubre de 2009

Fiesta, tronío y casta en el Campoamor


Ver y escuchar a Estrella Morente permite comprender porqué el genial e internacional guitarrista Sabicas (Pamplona, 1912- Nueva York 1990) lloró cuando a los ocho años la niña le acompañó por tarantas. El teatro Campoamor de Oviedo se vistió en la noche del sábado de fiesta gitana. No era la primera vez que Estrella se las veía con los ovetenses. Ya estuvo, con 18 años, en 1998, cantando para la peña que lleva el nombre de su padre en una memorable velada en el hotel Los Fresnos. Luego volvió, más famosa ya, al Campoamor.
Pero la actuación del sábado 10 en el teatro carbayón bien merece pasar a los anales de la historia del flamenco. De fiesta fue el ambiente que la granadina creó con sus cuatro palmeros y cantaores de atrás, y al toque, con la virtuosa guitarra de su tío Montoyita (muy aplaudida). Monty, Ángel y Pedro Gabarre, su hermano Enrique Morente, Remedios Heredia y Antonio Carbonell arroparon con absoluta entrega a la cantaora. Fiesta flamenca porque sonaron bulerías, alegrías y hasta fandangos con ritmo lejano de bulerías y porque todos se arrancaron a bailar, a palmear, a cantar y a jalear. Tronío porque Estrella Morente tiene una voz potente, curtida y bien trabajada (tiene en casa buenos maestros) que llegó al sentimiento del público que abarrotó el teatro ovetense y que acabó poniéndose en pie para aplaudir con energía y auténtico fervor a los artistas.
Estrella Morente ya había dejado hace unos años en el mismo escenario el pabellón muy alto, pero lo de la noche del sábado ha creado un antecedente tan sólo comparable a la estela que dejó Paco de Lucía en sus citas con Oviedo. Espectáculo flamenco por todo lo alto pero también “en familia”, pues la Morente se encontró al final muy a gusto y se arrancó por fandangos a pelo, con la voz pura y sus “primos” en pie en una expresión de gratitud hacia un público tan entregado y cálido. El propio alcalde, Gabino de Lorenzo, aficionado confeso, gozó del espectáculo en la soledad e intimidad del palco, sin dejarse ver, pues el cante jondo exige una introspección poco compatible con la proyección pública de su cargo. La artista estaba guapísima cuando entró en el escenario por alegrías de Cádiz con un gran abanico, y con ese toque personalísimo que solo los Morente (padre e hija) saben tener. En un espectáculo de excelente acústica e impecable sonido escuchamos aquella copla tan popular “con las bombas que tiran los fanfarrones hacen los gaditanas tirabuzones” que tan a cuento viene estos días en que recordamos en toda España la francesada. La granadina entró luego por tangos con un público más animado, más flamenco, que se atrevió a piropearla (“Estrella guapa, Asturias te quiere”) demostrando una vez más la inconsistencia del mito del ovetense estirado y excesivamente formal. Escuchar a Estrella es también escuchar a Enrique Morente su padre y maestro (y productor), pero es además ver los bailes de su madre Aurora Carbonell y sentir los ecos de la saga de los Montoyita-Carbonell, una de las grandes familias del cante jondo. Tras la vibración y el ritmo de los cantes festeros la cosa se pone seria y le llega el turno a la seguiriya y aquí es fácil detectar la casta de la que proviene y ese sentimiento profundo que suele arrancar alguna lágrima, pues no solo a Sabicas le rompe el corazón. Es la parte más intimista del espectáculo y se acerca desde la granaína hasta desembocar en una taranta, ese cante minero que tan bien entendemos los asturianos. Transmite solemnidad y soledad ayudada del toque puro y virtuoso de Montoyita. Entra luego con un fandango dedicado a Picasso y en el ecuador de su actuación ofrece al público una sorpresa fuera de su repertorio flamenco con una estupenda versión aflamencada del tango Nostalgias demostrando que es una cantaora larga no solo en el flamenco sino en otros géneros. Tras interpretar el famoso tango de Gardel hace un elegante y premeditado mutis por el foro y el público le regala su primer aplauso prolongado. No sería el único. Para abrir la segunda parte Montoyita (chaqueta fuera) nos deleita con aires de soleá de Alcalá (según nos apunta Miguelón, veterano de la peña flamenca Enrique Morente, organizadora de la actuación, y posiblemente el mayor entendido de flamenco en Asturias mientras no se demuestre lo contrario) que deriva en bulerías festeras de Jerez, que preparan la entrada en escena de la estrella, con un precioso mantón de Manila verde, única licencia cromática en un grupo en donde predomina el negro del luto gitano. Con tangos de Enrique (Morente) el espectáculo recobra el ambiente festivo reforzado con unos tanguillos toreros para volver a unas bulerías magníficas que arrancan aplausos confirmando que Estrella Morente triunfó ante un público entregado dejando en el norte de España una huella flamenca difícil de superar. Su padre nos pondrá la guinda el próximo 21 de noviembre tras cuya actuación, auguramos que se disparará el número de aficionados a esta cultura universal que es el flamenco.

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