lunes, 23 de noviembre de 2009

Grandeza de la Pena


Ficha: Suite Flamenca de Arturo Pavón para orquesta y piano: Orquesta Oviedo Filarmonía dirigida por Max Bragado. Cantaora: Luisa Ortega. Guitarra: Paco Cepero. Piano: Pedro Ricardo Miño.

Recital de Paco Cepero, junto a Paco León.

Rocío Molina y su grupo. Guitarra: Francisco Cruz y Rafael Rodríguez “Cabeza”. Cante: José Anillo.

Auditorio Príncipe de Asturias de Oviedo. Jueves 19 y viernes 20 de noviembre de 2009 a las 20 horas.


La Suite Flamenca de Arturo Pavón se interpreta íntegra en Oviedo 44 años después de la primera grabación

Orquesta, guitarra, cante y baile desplegaron el universo flamenco en el XXV aniversario de la peña Enrique Morente ante un Auditorio lleno hasta la bandera que aguantó un largo espectáculo

La magistral actuación del guitarrista Paco Cepero fue la más aplaudida aunque el público se emocionó con el taconeo de Rocío Molina, el cante atrás de José Anillo y el toque de Rafael Rodríguez “Cabeza”


Fernando Romero.-
En las entradas y en los carteles se anunciaba “Suite Flamenca de Arturo Pavón para Orquesta y Piano” pero, en realidad, lo que se ofreció al público fueron tres conciertos en uno que sintetizaron todo el universo flamenco: cante, baile y toque y que expresaron la versatilidad de este arte y su capacidad para ser interpretado desde la fragua hasta el gran salón, pasando por el tablao. El espectáculo se desarrolló en dos jornadas, jueves y viernes y en ambas, hubo aforo completo, demostrando que el público asturiano está por el flamenco. Y no es hablar por hablar, porque la primera jornada, la del jueves, duró cerca de tres horas y a pesar de que era víspera de día laborable, la gran mayoría de los asistentes resistieron hasta el final aunque fue inevitable que se produjera un goteo de deserciones en la última parte. Los organizadores tuvieron que enmendar el exceso y el viernes se recortaron las actuaciones para hacerlas más llevaderas y no sobrepasar las dos horas.

Suite
Abrió el espectáculo la suite flamenca de Arturo Pavón para orquesta y piano, interpretada por la orquesta Oviedo Filarmonía, en un homenaje al precursor del piano en el flamenco, sobrino de la Niña de los Peines y de Tomás Pavón, fallecido en 2005. Su viuda, la cantaora Luisa Ortega, hija de Manolo Caracol, tuvo una breve y emotiva aparición especial en una de las piezas. Este fue un concierto muy interesante y hay que resaltar algunos detalles previos a su puesta en escena, ya que fue preciso rescatar partituras manuscritas originales que estaban en poder de su viuda. La pieza “El remedio” y otras se tuvieron que “sacar de oído”, porque no existían partituras de orquesta y el material del que se disponía “estaba muy mal” explica María Riera, directora de la Fundación Musical Ciudad de Oviedo. En definitiva, en Oviedo se escuchó la suite de Pavón en su integridad, todo un privilegio que no se repetía desde su grabación original, en 1965.

Las trompetas abren el concierto para iniciar un tema por soleá y escuchamos por primera vez la guitarra de Paco Cepero, que no pudo rendir al máximo no por su arte, que lo desplegó, sino por una ecualización poco adecuada y que impidió escuchar con nitidez los punteos y acordes del maestro. Pedro Ricardo Miño demostró que la fuerza y pasión del cante se pueden trasladar al teclado. Muy buena orquestación y estupenda dirección, aunque bien es verdad que a más orquesta menos flamenco y más aire de copla y de quintaesencia española al estilo de los maestros Rodrigo y Falla. La segunda pieza, con sabor a fandango por violines nos traslada a Andalucía aunque sorprende lo bien que la guitarra es sustituida por el arpa, tan ajeno culturalmente al flamenco. Haciendo un esfuerzo de traslación de la orquesta al patio flamenco, nos imaginamos que el piano es el cantaor y la orquesta es el espíritu, es decir la tradición gitana, el duende. El siguiente tema lo introduce un violín que nos aproxima a la música oriental, al mestizaje de los pueblos que construyeron la cultura española. La esencia y el fondo llevados por la instrumentación orquestal, solemne, que europeíza lo español. Y a ratos oímos, como si del martilleo sobre el yunque se tratara, un gong que nos rememora esos cantes de fragua tan raciales como el martinete. Entran luego los tangos con gran dramatismo orquestal y poco protagonismo de la guitarra para pasar a unas alegrías de Cádiz que empiezan, como es de ley, con un tiriquitran tran tran pero en vez de salir de la boca del cantaor, en esta ocasión lo hace de la percusión de una caja redoblada. Regresa entonces a la escena Cepero y da la sensación de que va a arrancar el palmeo, pero no hay palmas pues el corsé orquestal lo envuelve todo y la disciplina se impone a lo emocional. En la siguiente pieza la música nos evoca la Andalucía profunda del olivarero altivo y el violín lleva los melismas del cantar, algo que debe ser realmente difícil si tenemos en cuenta los ricos matices de la voz humana. La suite entra ya en su fase final y los músicos han conseguido transformar el sentimiento íntimo de la pena del flamenco elevando a otros mundos la queja individual hasta hacerla, pública y solemne, grande, única. La octava pieza de la suite tiene evocaciones de petenera, ese palo flamenco que habla de la muerte y que los gitanos supersticiosos evitan cantar. Y uno llega a la reflexión siguiente: ¡qué bien se abraza el flamenco a otras músicas! ¡cómo se nota que es un arte mestizo , que nunca chirría cuando se junta con acordes extraños!. En el último tema aparece Luisa Ortega con un vestido de gitana de larga cola que le obliga a caminar con tiento para no tropezar con los cables de los micrófonos. Por seguirilla, interpreta El Remedio, compuesto por su marido Arturo Pavón. Entra la hija del gran Manolo Caracol y el piano y la guitarra se replican y contrarreplican en un juego de gran belleza. La Ortega canta bien pero sin fuerza, pues detrás no tiene solo una guitarra sino toda una orquesta.

Cepero
Así finaliza la suite, dando paso a un nuevo concierto (tras el necesario descanso del público) el de Paco Cepero, maestro guitarrista al que acompañaba una joven promesa (18 años) Paquito León, del Puerto de Santa María. Empieza con Noche Andalusí, un tema propio en donde hay un brutal rasgueo flamenco. Da paso luego la guitarra a unos tanguillos de Cádiz, muy logrados. Seguimos por bulerías pero antes el artista jerezano saluda a los ovetenses y les jalea su fabada y “su pueblo” al que no duda en calificar como “el más bonito del mundo” (¿exageración andaluza?). Siguió luego con tangos, cantes de ida y vuelta llegando a la plenitud por un palo grande, la seguirilla para rematar con su último trabajo “Feria” con aire de bulería (no olvidemos que es de Jerez) y con “El agua marina”, una rumba con ecos de Entre dos Aguas del gran Paco de Lucía. Arrancó el de Jerez tantos o más aplausos que la orquesta que le precedió y a la que acompañó, demostrando que el maestro sigue en forma (a pesar de una incorrecta ecualización que no hizo justicia a su arte).

Rocío baila
En la tercera parte el escenario es ya un tablao y atrás quedan los ecos orquestales. Es el turno de Rocío Molina una jovencísima bailaora malagueña cuyo arte ha sido reconocido en todos los ámbitos de la danza y el flamenco y que en 2003 estuvo en Oviedo invitada por la peña Enrique Morente. Rocío entró, ante la sorpresa del público, vestida a la moda de las jovencitas de hoy, con falda apretada y botas altas. Todos esperábamos a la tìpica bailaora con traje de lunares. Elegancia, medida, control y duende sobre el suelo, con un cuadro flamenco atrás de primera categoría: Paco Cruz y Rafael Rodríguez “Cabeza” a la guitarra, José Anillo al cante y Laura Godaimas a las palmas. Empezó la malagueña con un taconeo a pelo y, a cada palo cambiaba el atuendo. Entre medias, había una intervención de guitarra o cante. Baile gitano con toque y cante grande para rematar el espectáculo flamenco. Lástima que se prolongara tanto y que en la parte del baile el público estuviera ya poco receptivo por puro cansancio.

En resumen: universo flamenco completo, mucho arte, orquesta y tablao en un mismo espacio, en un espectáculo en el que mandaron las guitarras y en el que la pena se hizo solemne.

Publicado en La Nueva España:

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